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Ya hemos visto que el Génesis se escribió o se pasó a limpio en el siglo VII a. de C. A esas alturas de la Historia, los hebreos ya habían sufrido deportaciones y regresos, guerras con sus victorias y sus derrotas, sus alianzas amistosas y sus promesas de odio eterno. No obstante, los redactores narran hechos muy anteriores a cualquier pasado histórico fingiendo desconocer el “futuro” de sus personajes y de los descendientes de estos. Es decir, legitiman afrentas creando un pasado que las justifica o explican supuestas diferencias entre pueblos explicando sus diferentes orígenes. En el Génesis hay toda una Demogonía de las naciones que poblaban entonces Oriente Próximo.

Así, cuenta que los árabes descendían de Ismael, el hijo que tuvo Abram con la esclava egipcia de Sarai Agar, cuando no podían tener hijos antes de que ya con 100 años les visitaran unos ángeles y entonces sí, Sarai dio a luz a Isaac y Dios les cambió los nombres por Abraham (padre de muchos pueblos) y Sara. Y dijo: También del hijo de la sirvienta haré una gran nación, porque es tu simiente.

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Moabitas y amonitas provenían de Lot, un sobrino de Abraham. Había conseguido huir de Sodoma antes de su destrucción, aunque tuvo que dejar a su mujer convertida en estatua de sal por volverse a mirar en la huida. Como tenía miedo de casi todo el mundo, acabó viviendo con sus hijas en una cueva. Las hijas se preocuparon porque no iban a encontrar hombres con quien tener niños. Tomaron la decisión de emborrachar a su padre y acostarse con él para que las preñara. De este modo nacieron Moab y Amón, patriarcas de los respectivos pueblos. Como se ve, no tienen un origen precisamente ejemplar. Moabitas y amonitas, junto con los edomitas o idumeos eran pueblos muy cercanos al hebreo, hablaban casi la misma lengua.

Los edomitas proceden de Edom, que no es otra cosa que un apodo de Esaú. Significa, según algunos, Rojo, y, según otros, Velludo. Quizá se puedan unir ambas acepciones en algo parecido a Pelirrojo. Al no ser ya el hijo mayor, tuvo que retirarse de la casa de su padre. Se trasladó al sur y fundó la estirpe de los edomitas. Dicen Finkelstein y Silbermann en La Biblia desenterrada, que Esaú representa “el fornido cazador”, mientras que Jacob sería “el hijo delicado”. En definitiva, los israelitas serían los ingeniosos ganaderos frente a los ingenuos cazadores edomitas.

Jacob tampoco se quedó, sin embargo, en la casa del padre, pues tenía miedo de la posible venganza de su hermano. Su madre le mandó a casa de su tío. Estuvo siete años trabajando para Labán, porque quería casarse con su hija Raquel, pero no tenía dote que ofrecer. Cumplidos los siete años, se casó sin saber la argucia que le habían preparado. Al despertar de la noche de bodas, descubrió que la joven con la que se había casado no era Raquel, sino la hermana mayor, Lea. Labán lo arregló rápido:

 - En mi tierra no podemos dar en matrimonio primero a la hija menor. Tiene que casarse antes la mayor. Pero si pasas otros siete años trabajando para mí, podrás casarte también con Raquel.

Y así fue. Todo esto venía a que, siempre siguiendo a Finkelstein y Silbermann, Jacob representaría en esta historia a Israel (ya que son la misma persona) y Labán, a Aram. Y ya tenemos el origen o la caracterización de los arameos.

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